En 1926 en la Plaza de Toros de Aranjuez estaban el Príncipe de Asturias y el Presidente del Consejo de Ministros el General Primo de Rivera. Llegó el momento de picar y el toro corneó al caballo de tal manera que parte de sus intestinos fueron a parar al público que se encontraba en los tendidos.
El espectáculo no debió gustar mucho a tan ilustres señores, creándose ese mismo año, una Comisión para que propusiera algún método que evitara la gran cantidad de caballos que morían en las corridas de toros. La media de caballos muertos por corrida era de 10, alcanzándose en alguna ocasión la cifra de 27 (el Reglamento exigía, en aquellos tiempos, que al comenzar la corrida debía de haber 40 caballos, además los caballos corneados eran cosidos allí mismo y taponadas las heridas con estopa, volviendo a salir una y otra vez mientras se pudieran mantener en pie). En el año 1928 la citada Comisión recomendó el uso del peto, pero las protestas de los taurinos retrasaron su aplicación hasta 1930, pues decían que “humanizar la fiesta es condenarla a su desaparición”.
Las fotos son de principios del siglo XX y fueron tomadas en Madrid por Chusseau-Flavien. Por cierto, en esta puede verse como el toro derriba al caballo y al picador habiéndo debajo de ellos otro caballo muerto que todavía no ha sido retirado de la plaza.