Las ciudades de al-Andalus poseían una población considerable dedicada a la producción artesanal y al comercio a gran escala, mientras las "ciudades" europeas apenas si pasaban de ser pueblos grandes dedicados principalmente a actividades agropecuarias.
A comienzos del siglo XI Almería y Granada poseían 26.000 habitantes y Córdoba más de 100.000. Sevilla en el siglo XII tenía 83.000, Málaga 15.000, Écija 18.000 y Jerez 16.000, en cambio, ciudades europeas como Gante o Brujas, no sobrepasaban los 20.000, París tenía unos 15.000 y en la península ibérica León no superaba los 8.000 habitantes.