Desde la llegada de Hitler al poder la empresa petrolera Exxon suministró a los nazis las patentes del tetraetilo de plomo, que era indispensable para la fabricación del combustible de los aviones, a cambio Alemania, les dejaba operar con la fabricación de caucho sintético mientras obstaculizaba las investigaciones norteamericanas en este terreno.
Exxon sería condenada en 1941 en dos ocasiones por el Ministerio de Justicia norteamericano, aunque las presiones ejercidas sobre el Gobierno por influyentes miembros del Congreso cercanos a Exxon, desembocaron en un acuerdo amistoso y el pago de una multa de tan solo 50.000 dólares, y aquí paz y después gloria.