En 1909 se publicó que un ingeniero alemán había inventado un zepelín guiado por carriles o, como lo describieron en su momentol "un ferrocarril volante”. La idea se basaba en unir las ventajas de un dirigible, con las de un medio de locomoción terrestre, en este caso el tren, pero la cosa no cuajó, pues no se encontró financiación para el proyecto.
Años más tarde otro ingeniero alemán llamado Franz Kruckenberg logró construir varios prototipos de los que llamó Schienenzeppelin, o zepelín sobre raíles. Se trataba de un ferrocarril impulsado por un motor de aeroplano BMW V12 y una gran hélice en la parte trasera. El cacharro en 1929 llegó a alcanzar los 230 km/h.