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Pero resultó que el pobre Nerón era pequeño y además no tenía colmillos, y sombrerito, era mansito. Esto enfureció al "respetable" que pidió que saliera un toro más bravo, a lo que la presidencia accedió para evitar males mayores. El resultado final: Nerón herido fue despedido bajo una lluvia de naranjas lanzadas por la afición y un torero llamado Antonio Olmedo tuvo que pasar por la efermería por un puntazo.