Era el año 962 en el Palacio de Medina Azahara a las afueras de la capital de Al-Andalus. Así narró la visita del rey de León Ordoño IV al Califa Andalusí Al-Hakam II el cronista Al-Hakkari:
"Próximos ya al palacio, Ordoño hubo de seguir un camino a cuyos lados estaba formada la infantería, colocada en orden tan admirable que los ojos se quedaban asombrados por su uniformidad. Tal era la brillantez de sus corazas y armas, que los cristianos estaban estupefactos de lo que veían. Con la cabeza baja, los párpados entornados y los ojos semicerrados (por el asombro) llegaron hasta la puerta exterior de la Medina Azahara. Llegados en actitud de asombro y respeto, habiéndole dicho que avanzara , lo hizo despacio entre las dos filas de soldados, cuando se halló él ante el trono, se echó al suelo y permaneció algunos instantes; se levantó, avanzó unos pasos, se postró de nuevo y repitió tal ceremonia varias veces, hasta que llegó a poca distancia del califa. Le tomó y le besó la mano, marchó luego hacia atrás y sin volver la cara hasta llegar a un asiento cubierto con una tela de oro que había sido preparado para él. Los condes de su séquito, a los que se había permitido la entrada a la presencia real, avanzaron postrándose repetidas veces hasta el trono del califa; les dio este a besar su mano y retrocedieron en seguida para colocarse al lado de su rey. Entre ellos estaba el cadí o juez de los cristianos de Córdoba que actuó de intérprete.
Al-Hakam dijo: Bienvenido seas a nuestra corte, Ordoño. Ojalá veas cumplidos tus deseos y realizadas tus esperanzas. Encontrarás en nosotros el mejor consejo y la más cordial acogida y mucho más de lo que esperas ... "