El término iconoclasta hace referencia a quien destruye pinturas o esculturas sagradas (iconos). Sería el emperador León III el Isaurio, el que mandaría destruir toda representación cristiana de figuras religiosas o del evangelio en el año 730 d.C.
Más tarde Constantino V (741-775) se volvió a encontrar con este mismo problema pues la población era mayoritariamente favorable al uso de imágenes frente a la postura oficial que era justo la contraria. Sería después del segundo concilio de Nicea en el 787 d. C. cuando se permitió la veneración de iconos.
Con el emperador León V (813-820) se produciría un segundo periodo de luchas en el año 813 d. C. y continuado por los siguientes emperadores hasta Teófilo, al morir éste, su esposa Teodora movilizó a los favorables a las imágenes y proclamó la restauración de iconos en el 843 d. C.
Con el emperador León V (813-820) se produciría un segundo periodo de luchas en el año 813 d. C. y continuado por los siguientes emperadores hasta Teófilo, al morir éste, su esposa Teodora movilizó a los favorables a las imágenes y proclamó la restauración de iconos en el 843 d. C.