Calvin Coolidge, Presidente estadounidense entre 1923 y 1929.
Con su política económica propició la Crisis del 29.
La experiencia de los economistas clásicos en lo concerniente al comportamiento de la economía capitalista evidenciaba la existencia de crisis que afectaban cíclicamente al sistema. Sostenían que era preciso afrontarlas sin el concurso del Estado. La función de los gobernantes se limitaría a favorecer mediante la no intervención la acción de los mecanismos correctores del mercado.
Según el razonamiento de esos teóricos, para atajar la crisis era necesario poner en marcha medidas de carácter deflacionista que mantuviesen la solidez del dinero. Siguiendo ese objetivo se propusieron las siguientes medidas:
Reducción de la masa monetaria en circulación, de los créditos, gasto público y salarios. La reducción de los créditos y la circulación monetaria condujo a una bajada de los precios (por el descenso de la demanda) y a la falta de liquidez, que se tradujo a su vez en una disminución de la actividad económica.
Presidente Norteamericano E. Hoover de 1929-1933, sucesor de K. Coolidge.
Descenso de los salarios, con la finalidad de de mantener los niveles de empleo. La realidad, tal y como sostenia Keynes, fue muy distinta, pues el nivel empleo dependía de otras variables como el consumo y la inversión.
El resultado de las políticas deflacionistas constituyó un fiasco, pues tan sólo consiguió reducir aún más la demanda y la producción, acentuado con ello la depresión.
La experiencia de los economistas clásicos en lo concerniente al comportamiento de la economía capitalista evidenciaba la existencia de crisis que afectaban cíclicamente al sistema. Sostenían que era preciso afrontarlas sin el concurso del Estado. La función de los gobernantes se limitaría a favorecer mediante la no intervención la acción de los mecanismos correctores del mercado.
Según el razonamiento de esos teóricos, para atajar la crisis era necesario poner en marcha medidas de carácter deflacionista que mantuviesen la solidez del dinero. Siguiendo ese objetivo se propusieron las siguientes medidas:
Reducción de la masa monetaria en circulación, de los créditos, gasto público y salarios. La reducción de los créditos y la circulación monetaria condujo a una bajada de los precios (por el descenso de la demanda) y a la falta de liquidez, que se tradujo a su vez en una disminución de la actividad económica.
Presidente Norteamericano E. Hoover de 1929-1933, sucesor de K. Coolidge.
Fue incapaz de resolver la Crisis y sus medidas incluso la empeoraron.
Descenso de los salarios, con la finalidad de de mantener los niveles de empleo. La realidad, tal y como sostenia Keynes, fue muy distinta, pues el nivel empleo dependía de otras variables como el consumo y la inversión.
El resultado de las políticas deflacionistas constituyó un fiasco, pues tan sólo consiguió reducir aún más la demanda y la producción, acentuado con ello la depresión.