Antonio Machado (izquierda) junto a su hermano José, la mujer de éste y sus tres hijas, sentada se encuentra Dª Ana Ruiz, madre de Machado.
Según cuentan sus biografos, el poeta Antonio Machado "era un fumador empedernido, quizá el detalle más significativo a este respecto sea el apodo que sus alumnos del
Instituto Cervantes le adjudicaron.
Instituto Cervantes le adjudicaron.
Machado impartía sus clases fumando incesantemente. Sus ropas constantemente llenas de ceniza y su sempiterno aspecto levemente desaliñado, le granjearon el apodo de «La Cenicienta».
Autógrafo de D. Antonio Machado
En épocas de penuria apurará hasta la saciedad sus propios cigarrillos, llegando a probar, cuando estos escaseaban, hierbas aromáticas como sucedáneo. El Dr. Puche Álvarez, que le atendió en 1938 en Barcelona, comentaría que llegó a un acuerdo con el escritor para que éste pudiera a veces saltarse sus prescripciones.
Fácil es imaginar que estas transgresiones tenían que ver, nuevamente, con los cigarrillos. Por eso, en tales tiempos difíciles, uno de los regalos mejor bienvenidos serán los apreciados cigarrillos, como los que le envía casi camino del exilio, el famoso general Líster. Hasta el fin de sus días agradecerá también los proporcionados por Juliette Figuères, su vecina en Collioure.